Libertad

 Mi lengua rozaba suavemente su piel, tocarla era como tocar los pétalos de una rosa, tan suaves y tan delicados, aunque ella en toda su existencia nunca había decidido ser delicada. Tal vez por eso era que se me hacia tan excitante tomarla del cuello, una mujer libre jamás debería ser dominada, por eso mi dominación se limitaba al sexo.

Era fría, no le gustaban los abrazos ni los besos, mucho menos los apegos innecesarios, se sentía bien estando sola, pero los dos sabíamos que nuestra relación no solo era sexual. Discutíamos seguido de cosas de la vida o de la vida en si misma. Es irónico que aunque siempre busqué la manera de vivir libre, la única sensación cercana a la libertad era cuando con ella éramos uno. 

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